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1.La estación por internet
Ego 99 que comanda el buen Carlos Herrera nos tiene de regalo de navidad un compilado de músicos independientes, procedentes de México, Argentina, España, Francia, Italia y Chile. Vale la pena que lo bajen (de paso hay que decir que esta música tiene los permisos para distribuirlo en tal formato).
Así que no dejen de escuchar el
Compilado Ego 99.
2.Hans Magnus Enzensberger es uno de los sociólogos más influyentes de la actualidad. Sus ensayos son realmente reveladores en cuestiones de política, cultura y sociedad. Pero en esta ocasión quiero compartirles uno de sus poemas.
La alegríaNo quiere que hable de ella
No consta
No tolera a los profetas
Derriba todo lo inconmovible
No miente
No se somete
Ella sola me basta
Es mi razón de ser
No me pertenece
Es ajena y tenaz
La oculto
como a una infamia
Es una tránsfuga
Nadie puede compartirla
Nadie puede quedarse con ella
No me quedo con nada
Lo comparto todo con ella
Me abandonará
Otro la ocultará
en su huida triunfal
a través de una noche muy larga
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25 añosComo todos los 8 de diciembre de los más recientes años, se conmemora nuevamente la muerte de John Lennon, por supuesto que en todas las estaciones de radio hoy se escuchan muchas de las canciones de Lennon y de The Beatles.
Está de más retomar los temas acerca de la importancia e influencia de The Beatles en la historia moderna de la música, y de los chismes alrededor de Lennon: Yoko, el rompimiento del grupo, etcétera.
En su lugar, les dejo un poema (no musicalizado por supuesto) por primera vez traducido al español por Roberto Ponce con la colaboración de Gabriela Casas y que aparece en el sitio electrónico de
Proceso.
El gordo pelusín
John LennonTengo un peluche pequeño,
es él mi buen camarada.
Lo paseo por Bretaña
y espero así siempre hacerlo.
Llamo Jeffrey a mi peluche,
mismo nombre de mi abuelo.
Entonces le grito: ‘¡Abuelo,
tienes plumas en las crines!’
Hay quien odie a los peluches,
cual mocoso paliducho.
Se los desayunan fríos
o alimentan a sus gatos.
Mi tío se tragó un peluche,
tan gordo que era y tan guapo,
que lloré y le dije: “¡Imbécil!”,
pero le importó un comino.
Tampoco importó que Arturo
fuese su nombre de pila.
En la tienda de mascotas
a todas las devoró.
Los médicos en sus entrañas
vieron qué podían hacer;
pero por ser tan glotón,
con todo y zoo se murió.
Cuando entro al cuarto, mi Jeffrey
me pía y echa gorgoritos;
le hago huevo en pan tostado,
que le doy a cucharadas.
Canta como otros peluches,
sólo si apto se siente;
pero prefiere el domingo,
que es el día cuando lo enchufo.
Revolotea por la alcoba
y se me sienta en la cama.
Aunque elige mi cabeza
si está realmente feliz.
Por tragón lo puse a dieta.
¡Míralo al gran tragaldabas!
Me advierten que si engorda más,
una muleta ha de usar.
¡Qué divertido sería
un peluche con bastón!
¡Imagínate a la gente
carcajeándose a morir!
Helo aquí al peluche Jeffrey,
gordito y bien amarillo.
Y a mis 32 añejos
lo amo más que a mi papá.
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